24/2/09

Complacencias VI. Garambullos


En mi escala temporal hace apenas un ratito que alguien me dijo algo así como que, no habiendo plantitas, no había espacio para dejar volar la imaginación. Me gustó muy mucho, y lo agradezco. 

Me quedó la sensación de que aquí pudiera llegarse a detenerse y descansar.

Pongamos plantitas.

El cacto que ahora les presentó es más bien raro por acá, aunque se distribuye en toda la península. Como verán tiene varias "presentaciones", según yo dependiendo del régimen de lluvias.

Yo le tengo un cariño muy personal, ya que en los viajes de trabajo-familiares, cuando siendo escuincles nos llevaban al estado de Hidalgo, nuestros padres recolectaban sus frutos y nos los daban. Son sabrosos, sobre todo las "pasitas", pero hace décadas que no los pruebo.

Yo tengo la impresión de que este cacto, el garambullo, es poco generoso. Da de a poquito, y casi todos sus frutos se los han de comer los animalejos. Ni modo.

Pero soy mentiroso, ya que también sé que por allá (en el estado de Hidalgo y Puebla) hay ferias gastronómicas que se asocian fuertemente a la floración y fructificación de las cactáceas y, si no me equivoco, ésta es una de ellas. 

O sea que a la mejor a mí, simplemente, no se me da verlos y bajarlos.

Total. Lo cierto es que quiero presentarles las pocas fotografías que he obtenido de los garambullos de Sudcalifornia.

Pero antes déjenme aburrirlos. Lo que es el estado de Baja California Sur está dividido en varias regiones biogeográficas.

Las fotografías que les presento son, todas, de garambullos, pero de tres regiones distintas. Las primeras son de la zona sur, que es la más húmeda. Miren, la que sigue es en tiempo de secas.

Éste es el mismito garambullo, pero después de que pasaron los ciclones.

Estas que vienen son de la zona en que el agua empieza a escasear. La primera es del lado del Pacífico, al norte de Todos Santos.

Esta es del lado del Golfo de California, unos cuantos kilómetros arriba de La Paz.

Y la que sigue es de ahí mismo. Dice mi libro que los garambullos alcanzan hasta 8 metros de altura pero, la verdad, es que son cactos tímidos. Y es que van creciendo y creciendo y, a la mera hora, se agachan y se van de lado. Como en la canción. Creo que ese es un motivo adicional para que me gusten tanto.

En estas ya estamos bien al norte, es la parte sur de la zona realmente desértica de la Península.

Déjenme decirles que yo siempre pensé que nuestra península flaca era árida por el sol. Hay mucho de eso pero, en realidad, en esta zona el factor predominante es el viento. Esta es resequedad de la de a de veras. El sol seca y el viento arrastra la humedad que queda. 

Al final queda este paisaje, pero no se distraigan, el motivo central es esa mata, la chaparrita que está abajo del cardón de cinco dedos.

Y si. Es la misma especie de las primeras fotografías. Nomás que acá, al norte, le cuesta más crecer.

Y aquí otra, por ahí mismo, pero más crecida y, díganme si no, que enjundia de las canijas.


Y ya.

RRS

Nota: En la elaboración inicial de este capítulo cometí el error de suponer que únicamente había una especie de garambullo en BCS. Revisando me encuentro que en realidad son dos. La verdad es que no estoy seguro de que todas las fotografías pertenezcan a Lophocereus schottii, que era la que yo suponía, pero se me hace que sí.

17/2/09

La Trinidad-II


Me acabo de dar cuenta de que tengo mucha flojera de escribir, pero muchas ganas de presentar varias fotografías.

Hoy quiero continuar con lo que ya había iniciado, que es la visita que pude hacer a unas pinturas rupestres que se conocen como "La Trinidad". Aquí ya escribí sobre ello, así que ahora las notas serán mínimas.

Esta es la entrada al cañón en el que se encuentran las pinturas; en fechas recientes se construyó ese "gavión", que es como les llaman acá a las represas. Eso impide avenidas y facilita que el agua alimente el manto freático, aunque también provoca que lo que era un arroyo permanente haya desaparecido en algunos tramos.

En la mayor parte de las fotografías apreciarán fuertes contrastes de luz. Pienso que es debido a lo estrecho y alto del cañón, que provoca que casi siempre haya una parte con sombra y otra iluminada con la intensidad típica de estas tierras. Dicho lo anterior, tengo pretexto para que las fotos estén bien contrastadas y como que medio malas, pero ni modo, es un efecto difícil de compensar.

En las fotos que siguen se ve el camino que uno tiene que recorrer. Es pura piedra bola con tramos en los que hay que vadear agua. La verdad es que las fotografías desmerecen de lo que uno va viendo. Paredes altas llenas de recovecos y agua cristalina.


En el libro que cité en el otro capítulo sobre "La Trinidad" apuntan que era necesario nadar en algunos tramos para llegar a las pinturas, y sugerían llevar balsas o llantas para evitar que las cámaras u otros objetos se mojaran. En la actualidad, si acaso, uno se moja hasta el ombligo.

Algunas de las cuevas casi dan envidia. Me imagino dormir ahí la siesta, ahíto de pitayas y lagartijas, despertarme y poder bañarme en esas aguas calmas y frescas. Eso sí, tenía uno que andar a las vivas, ya que esas cuevas son producto de la erosión provocada por las crecidas. O sea que si empezaba a llover, pues córrele para arriba antes de que te arrastren las avenidas.


Y aquí está mi primera foto del mural de "La Trinidad".

Sí, ya sé, medio les decepciona. Los colores son pálidos y diera la impresión de que hay poco que ver.

En realidad sin el artificio de la cámara el ojo humano aprecia mucho más, pero de momento lo único que nos queda es usar las ventajas que nos da la fotografía digital, y saturar y contrastar para que la imagen de un poco más de sí.

Y es entonces cuando uno empieza a quedarse boquiabierto.


Como dije en alguna ocasión, a mí me fascinan las huellas de manos. Quizás porque las asocio fuertemente con nuestra humanidad, con algo que nos hermana.

En fin, aquí pongo un par de ampliaciones de las manos que aparecen al centro de la imagen previa. ¿Qué nos quisieron decir? ¿Fue un sólo autor que pinto tantas veces como pares de manos hay? ¿Cada par de manos representa a un autor diferente? ¿Los ponían para indicar que ya no valía seguir pintando?

Sepa.


Pero de veras que qué impresión tan fuerte transmiten.

En la siguiente entrega de la serie les iré presentando las distintas secciones del mural.

No desesperen, ya llegarán.

Por lo pronto, espero que alguna de las fotos les haya gustado.

RRS

5/2/09

Palmeras-I


Hace muchos años, en mi imaginario las palmeras estaban asociadas a dos cosas: oasis y playa.

Después de algún tiempo de pasear por acá me di cuenta de que esa es una visión estrecha. Y es que las palmeras nativas de la península de Baja California en realidad no están asociadas a la playa, sino al agua dulce y, por otro lado, pasa a resultar que según el diccionario, los oasis sólo existen en Asia y África.

Según leo*, en BCS hay cuatro especies de palmeras nativas, dos pertenecen al género Erythea y las otras dos al género Washingtonia. Las cuatro tienen en común que sus hojas son tipo "abanico", como la de la fotografía de aquí abajo:

Pero no es tan simple; desde hace muchos años fueron introducidas a la península otras dos especies, una es la palma datilera y la otra la palmera de coco. A semejanza de las especies nativas, la datilera tiene más afinidad y necesidad de las fuentes de agua dulce, en contraste con la de coco, que es la que tanto se asocia con las playas y el mar. La hoja de las palmeras introducidas es de tipo "pluma". Aquí abajo está la de una palma datilera, y la que sigue es de un palmar datilero. Ambas corresponden a San Ignacio que, si no me equivoco, es de los primeros lugares en que la palma de dátil fue introducida por los misioneros jesuitas, por allá de la primera mitad del siglo XVIII.


Las palmeras introducidas y las nativas no parecen tener un conflicto de "exclusión", como puede presentarse con otros grupos de organismos en condiciones análogas. La foto de abajo es de un lote abandonado en La Paz, en que, si se fijan en las hojas de las palmas, se darán cuenta de que hay de los dos tipos.

A mí me gustan los cocos, y me fascinan los dátiles, particularmente incorporados a un pastel con nueces pero, la verdad, es que lo que más me gusta es andar en el monte y encontrar palmeras nativas que, como ya vieron, son en realidad muy fáciles de distinguir.

Cuando uno anda en el monte, lo que se encuentra es que las palmeras nativas estarán asociadas a algunos sectores de los cauces de los arroyos, específicamente a aquellos en los que el agua es más superficial.

A fin de cuentas eso produce una mescolanza increíble entre cactos, palmeras y matorral xerófito que, definitivamente, rompe con aquel imaginario mío.

No es oasis, no es playa, no hay cocos.

Hay monte, y espinas en hartas presentaciones. Con suerte un charco o un hilo de agua.

Creo que en las dos visiones el único denominador común es la sombra, el frescor.

Las diferencias son lo que conforman el paisaje sudcaliforniano. Lo común, y el asombro ante la diversidad, es lo que hace que ambas imágenes puedan ser tan gratas.


Por otro lado, aunque me agrada la convivencia entre las palmas exóticas y las nativas, me es visualmente más llamativa la cercanía de las cactáceas con las palmeras. Vean si no.

Cuando uno anda en estas tierras, y ve estos paisajes desde las alturas y observa un palmar, se pueden tener dos certezas: es el cauce de un arroyo y, en esa zona, el agua está cerca de la superficie.
Pero acá, les aseguro, no vale aquello de "sigue el curso del arroyo cuesta abajo y encontrarás quién te ayude".

Y es que acá el suelo se chupa el agua.

Pero de todos modos, si encuentras a alguien, te ayudará.

Y por eso de todos modos es bien bonito.

Y ya.

RRS

* Roberts, N. C., 1989. Baja California Plant Field Guide. Natural History Publishing Co., La Jolla Cal.
Nota: En realidad ya existen otras palmeras introducidas en la península, pero uno las encuentra principalmente en los jardines. La palmera de coco y la de dátil ya se ven en forma silvestre en algunos lugares, pero me parece que las de "jardín" todavía no se han propagado. En mi opinión lo ideal es que no lo hicieran, ya que el hecho de que parezca haber "coexistencia pacífica" entre las más abundantes, no asegura que alguna de las "nuevas" no pudiera ser más "agresiva".