Ahora
quiero presentar las fotografías correspondientes a la Hacienda “El Oro”. Puede
considerarse como la continuación de lo de la presa que presenté en la entrada
anterior, y se relaciona con el pueblo minero “El Rosario”, o “Las Gallinas”,
que presente aquí.
Pienso
que puede decirse que en buena medida la actividad económica que se desarrolló
en torno a la hacienda es lo que da origen al poblado. Creo que ya he escrito
que en tiempos de las misiones se inicia como zona para el pastoreo del ganado
de la misión de Todos Santos, que está en el litoral del Pacífico.
En
la coyuntura del debilitamiento del régimen de los misioneros jesuitas, aunado a que se
habían encontrado yacimientos de mineral en esa zona (plata y oro), la minería pasó a ser
una actividad relevante. Es en 1748 que se inicia la secularización de la
península con algunos asentamientos externos a las misiones, justamente en esta
región.
Hay
un libro, el autor es Jorge Luis Amao Manríquez*, en donde se da una relación
de los “Propietarios de ranchos ganaderos en la Antigua California”; los datos
corresponden al año de 1781. De las 55 personas mencionadas, ocho son en la
zona de “El Oro”, lo que da una idea de su importancia relativa.
Como
comenté en la entrada previa, en la hacienda también se introdujeron plantas
como el agave azul, y se logró producir un mezcal de muy buena calidad, aunque
eso ya fue en el siglo XIX.
Por
lo que he podido apreciar, en la actualidad al menos dos de esas actividades ya
han desaparecido, que son la minería “industrial” y la producción de mezcal. En
esta zona la producción agrícola es muy limitada, por lo que es la ganadería
extensiva la que aporta algo de recursos a la comunidad.
Bueno,
también empiezan a producir algo de artesanía (tejidos de palma y zacate, así
como productos de barro); al respecto, de momento nada más les pondré un par de
fotos, la segunda es una entrada a la mina (no sé si haya más). Es de baja
atura, si acaso 1.4 metros. Yo no me he metido más de 2 metros. A mi me impone
mucho, sobre todo porque me parece que a las víboras de cascabel les gusta
descansar en esos lugares.
Y
sí, les quedo a deber fotografías de un agave azul. No se crean que prosperan
con facilidad, a fin de cuentas estas son tierras más áridas que aquellas de
donde vienen. Pero voy a buscar alguna planta para tomarle foto y presentarla
aquí.
Ahora
les presentaré fotos de lo que fue la parte habitada de la hacienda, aquella en
que yo entiendo vivían los dueños. Yo la visité por primera vez en el año 2006.
Me impresionó mucho su estado de abandono y su sobriedad, sobre todo pensando
que fue un sitio que tuvo, proporcionalmente, una considerable actividad
económica y fue generador de riqueza. Yo supongo que su esplendor se dio en la
segunda mitad del siglo XIX, pero la actividad persistió todavía en
el siglo XX.
He
regresado a ese lugar varias veces. Me parece que la mejor serie fotográfica que he obtenido es
del año 2011, que es lo que ahora les presento.
Primero
una vista del acceso, incluyendo del pequeño cementerio a la izquierda.
Las
que siguen son el aspecto de conjunto. En la parte que separa las dos
construcciones parece haber estado la cocina, ya que están los restos de un
horno. Seguramente en el pasado también estuvo cubierto. Según
nos contó un señor que nos llevó la primera vez, en el cuarto de la izquierda
se encontraron una olla con monedas de oro. Vayan ustedes a saber si será
cierto.
El
interior del edificio es una visión absoluta de soledad. Da la impresión de haber
sido extraordinariamente austero. Como pueden ver en la foto de la ventana, sus
nuevos guardianes son las avispas.
Sin
embargo ese edificio tiene una sorpresa, que es la de tener un nivel inferior. Según
nos dijo el mismo señor de la olla con monedas de oro, era el lugar en que estaba la
cava del dueño, y donde se almacenaba el mezcal que, según eso, era parte de la
paga de los trabajadores del campo y de las minas.
Las
que siguen son otras vistas. A la mejor les gustan más; también puede que alcancen a ver algo que yo no noté.
Ahora
vienen las fotografías de la parte que actualmente se utiliza de esos terrenos.
Yo tengo idea de que los dueños son gente de La Paz, de esas familias que
tienen un arraigo de un par de siglos, que por acá es mucho. Por lo que he
visto, deben venir muy de vez en cuando, quizás nada más a comer carne asada,
burritos y otros platillos muy de por acá. Lo cierto es que nada más hay una
especie de cobertizo, varios árboles enormes y una cisterna bastante grande y
con agua corriente, que procede de la presa de la entrada anterior (la
distancia aproximada entre la hacienda y la presa, siguiendo el curso natural del agua, es de 650 metros).
Aquí
les presento un par de fotos del cobertizo:
Según
yo, la mayor parte de los árboles enormes son fresnos, que deben haber sido
traídos del interior del país, ya que no son nativos.
Aquí
están varias fotos de esa
vegetación. Los tumbados y ladeados deben ser víctimas de algún ciclón. El de
la tercera foto es una “parota”, también introducida desde el otro lado del
Golfo de California.
Lo
que es claro es que algunos árboles son bastante viejos. Tengo idea de que esas
especies quizás fueron introducidas desde el siglo XIX, ya que en algunas
localidades llegan a verse ejemplares muy viejos. Pienso que lo más
impresionante, a fin de cuentas, es el efecto del agua, que con tanta facilidad
genera micro-ambientes como este.
Las
siguientes fotos son de la cisterna, y del huerto de naranjas que está adjunto.
Las naranjas son espantosamente ácidas, con una cáscara como de 6 o 7
milímetros de espesor, y con la cantidad de jugo más ínfima que he visto en mi
vida. Pero se ven bien bonitas.
Ya
casi para acabar, les presento a uno de los guardianes-habitantes de la hacienda,
que se encargo de irnos a despedir.
¿Realmente está en el abandono todo esto? Me parece que no.
Quizás no siempre en el sentido idóneo, pero se realizan obras que traen un bienestar, así sea diminuto, en poblados como "El Rosario". Aquí les presentó una foto con su nuevo kiosco. Parece cosa de nada, pero me dicen que en el verano es de lo más agradable irse a sentar ahí.
Espero
que alguna de las fotos les haya llamado la atención, y que en alguna medida su
imaginación se ponga a hacer elucubraciones sobre estos lugares tan
fascinantes.
Saludos.
RRS
Amao Manríquez,
J. L., 1997. Mineros, misioneros y rancheros de la Antigua California. INAH y
Plaza & Valdés (eds.), 168 pp.