Xerófilo: Se dice de todas las plantas y asociaciones vegetales adaptadas a la vida en un medio seco. Por extensión (ocurrencia propia) seríamos los otros seres vivos que, en una u otra forma, nos hemos adaptado y aclimatado a los ambientes áridos. Soy biólogo, fotógrafo aficionado. De origen chilango, trabajo en La Paz, BCS desde 1982. No trabajo en ambientes terrestres, sino marinos. Pero luego de 31 años he llegado a disfrutar profundamente de ambos.
23/1/09
Cosas Simples V. Pitaya Agria
7/1/09
Gravedad o ...
Por ello me sorprendió que me empezase a hablar en español aunque, a fin de cuentas, no sé por qué. Una cosa es que esté casi extinta y otra que sea taruga. Su español es curioso, como antiguo. Supongo que empezó a aprenderlo hace poco más de trescientos años, cuando los españoles lograron asentarse en la península.
Total, la ardilla me dijo:
- ¡Detente! ¿Sabes lo que estás haciendo?
- Pus subiendo, le contesté.
- ¡Eres un ignorante! Párate y te cuento.
Y pues como hacía calor y había una sombrita sabrosa, acepté.
Lo que me dijo es que andaba yo en las faldas del “Cerro Rencoroso”, y que desde hacía miles de años ese cerro se había dedicado a hacerle la vida imposible a las pitayas.
Entonces yo le pregunté: ¿Cómo les hace la vida imposible? Y, además ¿qué tengo yo que ver con las pitayas, si soy persona?
Ante esto la descarada me contestó: ¿Te bañaste o eres punk? ¿Te viste en el espejo antes de venir? ¡Viejo menso, pareces pitaya!- me dijo- y pus no, no me había bañado ¿para qué, si iba a sudar trepando el monte?
Total. Me platicó que en la punta del “Cerro Rencoroso” había una Pitaya bien soberbia, que se la pasaba haciéndole burla, diciéndole que ella era más alta que “Él”, que de ahí arribita todo se veía más chiro, y así.
En venganza el "Cerro Rencoroso" hacía que todos sus descendientes y parientes se doblegasen ante "Él".
Yo le dije que yo tenía que ver eso pero, sobre todo, fotografiarlo, ya que si no nadie me iba a creer. Así que le pregunté si no me podía ayudar.
Ella me dijo que había un sendero secreto por el que era posible subir sin hacerle cosquillas al monte, pero que yo debía conducirme con cuidado, porque si lo hacía con mi habitual torpeza (¿?) y hacía que las piedras cayeran rodando, me quedaría jorobado como las pitayas.
Obviamente le dije: ¡Vamos pues! Y nos lanzamos. Estas son las fotografías:
Ya yendo hacia arriba se me hizo evidente que la maldición era selectiva. Como se ve en la foto previa, las biznagas hacen ahí lo que se les pega la gana. Por otro lado, en la cima, los cardones se erguían como acostumbran. Lo que pasa es que ambos son silenciosos.
Me comentó también que, a las que se atrevían a tratar de crecer, los fulminaba con ayuda de su amigo el “Rayo” o, ya de plano, y pese a poner en riesgo su propia integridad, provocaba un deslave.
Cuando empezábamos a bajar se me ocurrió decirle:
- ¡Híjole ardillita! De veras lo que es ser ignorante y no saber de la “Gravedad”.
Me lanzó una mirada que jamás olvidaré, y me dijo:
- ¿Crees que no sé que la gravedad es directamente proporcional al producto de las masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia? ¿Crees que no sé que es esa fuerza la que provoca que las cosas caigan? Chale. De veras que los humanos son soberbios.
Me quedé estupefacto.
Se fue, airada, dejándome ahí arriba.
Yo me bajé, despacito, cuidando de no hacer rodar ninguna piedra.
Y ya.
RRS